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Con una inmensa pirámide sobresaliendo entre la gran metrópoli de la ciudad de Querétaro, en el municipio de Corregidora, la Zona de Monumentos Arqueológicos El Cerrito fue uno de los centros ceremoniales más importantes de la región, creada y habitada por diversas culturas prehispánicas, en especial de los toltecas.

Los altares, plazas, patios y basamento piramidal que constituyen este centro ceremonial muestran formas cuadradas y rectangulares. Los muros de estas estructuras presentan un talud formado por piedras lajas de basalto, y el estilo tolteca de la El Cerrito incluyó en todos los espacios abundantes esculturas de piedra, muros decorados con mosaicos en relieve y otros ornamentos.

Alrededor del año 700 d.C. -en pleno periodo Epiclásico- se construyó una plataforma cuadrada sobre la parte más alta de un afloramiento de roca; con esta obra, los pobladores locales, con influencia de las culturas de occidente, iniciaron los cimientos de lo que sería el centro ceremonial.

Es hacia el año 900 d.C., cuando grupos procedentes de la frontera norte de Mesoamérica, conocidos como chichimecas, se desplazaron a través del altiplano central. A su paso fundaron monumentales centros ceremoniales y políticos llamados Tallan. Las Tallan fueron réplicas del lugar original en donde se reproducía el concepto del mundo: identidad de los pueblos tolteca-chichimecas.

Durante los siguientes 400 años El Cerrito, que en un principio fue un centro ceremonial, rodeado de asentamientos y habitaciones semi dispersas, en el valle de Querétaro, pasó a ser un importante santuario, venerado por peregrinaciones que llegaban desde lugares distantes, de los cuales proceden materias primas y mercancías encontradas como ofrendas, depositadas en diversos altares de este importante sitio.

Se cree que, para principios del Posclásico Tardío, por el año 1200, los toltecas empezaron a abandonar El Cerrito. Durante los siguientes 300 años continuó siendo ocupado por grupos chichimecas y otomíes de manera parcial; incluso, se algunos documentos históricos del siglo XVII señalan, que, aún en el año 1632, los otomíes depositaban ofrendas en el basamento piramidal.

La Pirámide del Gran Cué, con una altura de aproximadamente 30 metros, se considerada una de las más grandes de la región norte del país.

Además, cuenta con un Museo de Sitio que relata la historia de este centro ceremonial a través de infografías y una vasta colección de alrededor de 170 figurillas de barro, braseros ceremoniales, estelas, vasijas y ornamentos que fueron encontradas en la zona.

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